De todos mis viajes siempre he recordado mucho más lo positivo que lo negativo. Por ello afronto el reto presentaros de una forma positiva en cada una de las entradas de este blog 5 razones y 5 fotografias que os animen a viajar a paso lento, a pararos en la mitad del camino, a compartir lo vivido, a descubrir lugares y sensaciones que de otra manera quizás pasarían de largo. Y si teneis propuestas en este sentido, tener este blog por vuestro.....no dudeis en enviármelas.

jueves, 13 de diciembre de 2012

Toledo: Las 3 Culturas


A veces las circunstancias van y se ponen de tu parte. Que al llegar a media tarde al hotel te sorprendan invitándote a una visita nocturna guiada puede ser, a pesar del frío Enero, un fantástico regalo de Reyes; si además tienes la fortuna de que te toca en suerte Adolfo, quizás el mejor guía de Toledo, entonces además tendrás un recuerdo imborrable de tu visita a paso lento a la ciudad de las 3 culturas: Toledo.


Efectivamente, esta es mi 1ª razón, Toledo fue testigo y hoy es testimonio de que hubo un tiempo en que las tres principales religiones monoteístas: Judaísmo, Cristianismo e Islamismo pudieron convivir en paz, no fuera de presiones, pero su herencia sigue viva entre los muros de esta ciudad.


Las sombras de la noche transforman el barrio judío. Lo convierten en un lugar cargado de misterio y rincones olvidados. Su magia y leyendas se sienten en las piedras de sus callejuelas laberínticas. Esta es mi 2ª razón. Gustavo Adolfo Bécquer describía así en su leyenda de “Las Tres Fechas” la empinada callejuela que da paso al barrio alto de la judería.

“Más allá de este arco que baña con su sombra aquel lugar, dándole un tinte de misterio y tristeza indescriptible, se prolongan a ambos lados dos hileras de casas oscuras, desiguales y extrañas, cada cual de su forma, sus dimensiones y su color. Unas están construidas de piedras toscas y desiguales, sin más adornos que algunos blasones groseramente esculpidos sobre la portada; otras son de ladrillos, y tienen un arco árabe que les sirve de ingreso, dos o tres ajimeces abiertos a capricho en un paredón grieteado, y un mirador que termina en una alta veleta. Las hay con traza que no pertenece a ningún orden de arquitectura, y que tienen, sin embargo, un remiendo de todas que son un modelo acabado de un género especial y conocido, o una muestra curiosa de las extravagancias de un período del arte.
     Éstas tienen un balcón de madera con un cobertizo disparatado; aquéllas una ventana gótica recientemente enlucida y con algunos tiestos de flores, la de más allá unos pintorreados azulejos en el marco de la puerta, clavos enormes en los tableros, y dos fustes de columnas, tal vez procedentes de un alcázar morisco, empotrados en el muro.
     El palacio de un magnate convertido en corral de vecindad; la casa de un alfaquí habitada por un canónigo; una sinagoga judía transformada en oratorio cristiano; un convento levantado sobre las ruinas de una mezquita árabe, de la que aún queda en pie la torre; mil extraños y pintorescos contrastes, mil y mil curiosas muestras de distintas razas, civilizaciones y épocas compendiadas, por decirlo así, en cien varas de terreno. He aquí todo lo que se encuentra en esta calle: calle construida en muchos siglos; calle estrecha, deforme, oscura y con infinidad de revueltas, donde cada cual al levantar su habitación tomaba un saliente, dejaba un rincón o hacía un ángulo con arreglo a su gusto, sin consultar el nivel, la altura ni la regularidad; calle rica en no calculadas combinaciones de líneas, con un verdadero lujo de detalles caprichosos, con tantos y tantos accidentes, que cada vez ofrece algo nuevo al que la estudia.”


          En el barrio judío se siente el paso del tiempo. Desgraciadamente este también se ha encargado de hacer desaparecer a siete de las nueve sinagogas que hubo en la ciudad. Hoy día solo subsisten la Sinagoga del Tránsito que actualmente es sede del Museo Sefardí y la curiosamente llamada Sinagoga de Santa María la Blanca. Esta es mi 3ª razón, para alguien que haya visitado la Alhambra de Granada o la Mezquita de Córdoba es sorprendente encontrarte dentro de una sinagoga que más bien parece hecha para ser usada y vivida por musulmanes. Su estilo mudéjar nos recuerda que en aquellos tiempos cada comunidad tenía una función muy concreta. Aquí se observa como los magníficos constructores mudéjares ponían su saber al servicio de la comunidad judía.


           Estos magníficos constructores mudéjares también intervinieron en la construcción del impresionante Monasterio de San Juan, su arte estaba al servicio de todos. Este fue mandado construir por los Reyes Católicos, su sello está por todas partes. Y quien lo diría, para mí, al menos, fue una sorpresa y una lección de historia. El águila que representa a San Juan era su sello principal, pero además le añadían el yugo como emblema de Fernando y las fechas atadas por una cinta, significando la unión de los distintos reinos, como emblema de Isabel. El edificio en sí es impresionante. El placer está, y esta es mi 4ª razón, en disfrutar del silencio del magnífico claustro.


          Es bueno saber de dónde venimos para saber dónde vamos. Hay una comunidad que siente esta tierra como suya aunque ya llevan fuera de ella más de cinco siglos. Aún guardan, generación tras generación, las llaves de sus antiguas casas con la esperanza de volver algún día, aún a sabiendas de que sus casas ya no existen. Son los judíos sefardíes y para ellos esta tierra que llamamos España, donde tantas civilizaciones han convergido, es Sefarad. Llegamos así a mi 5ª razón. Una visita a la Sinagoga del Tránsito o, lo que es lo mismo, al Museo Sefardí. Volvemos a encontrarnos con una sinagoga que rezuma el arte de los constructores mudéjares. Su maravillosa sala de la oración simplemente os dejará con la boca abierta y os trasladará a otros lugares. 


Sefarad no es una nostalgia, es un hogar...
Un verdadero lugar de encuentro
para las generaciones venideras.
Paz para todos. Salom.

Juan Carlos I, Rey de España
31 de marzo de 1992

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