Las expectativas pueden ser unas magnificas compañeras de viaje, aunque
también pueden chafar cualquier pequeño paseo. Las expectativas también tienen
mucho que ver con los estereotipos, esos tipos malejos con los que
clasificamos a las personas antes de conocerlas. En mi caso, siempre me resistí
a viajar a Marruecos, los estereotipos que tenía sobre los marroquíes me hacían
no tener muy buenas expectativas.
Sin embargo, y esta es la 1ª razón por la que me
gusta Marrakech, para mi sorpresa, nada de lo que imaginaba o esperaba se
cumplió. Tengo que reconocer que es chocante encontrarte a hora y media de
vuelo de una ciudad donde, desde una perspectiva europea, el tiempo se ha
detenido y, por lo demás, su paso es relativo. Lo marca el canto del Almuecín (النص الأصلي) llamando a los fieles al rezo.
Marrakech
es una ciudad única y completamente diferente al resto. Conocerla a paso lento
es una fascinante experiencia sensorial: el color, sabor y olor que se respira
desde el momento en que aterrizas y que no se disipará hasta bastante tiempo después
de volver.
La Plaza Jamma el Fna es la plaza central de
la ciudad y el lugar más importante de la medina. En ella se desarrolla la vida
pública de Marrakech tanto de día como de noche. De hecho lo mejor es la
transformación que va sufriendo con el paso de las horas. Por el día
encontrareis muchas cosas que os llamarán la atención: domadores de monos,
aguadores, encantadores de serpientes. Por la noche, al atardecer, la plaza
cambia totalmente, los tenderetes de la mañana dan paso a puestos de comida
donde cenar, músicos improvisados, contadores de cuentos. Es el momento de
tomarse un té marroquí en cualquiera de los bares que rodean la plaza y desde
una de sus terrazas contemplar el sorprendente espectáculo de ver la puesta de
sol tras la Koutoubia y observar cómo se transforma la plaza. Esta es mi 2ª
razón.
Siendo Marrakech una de las
ciudades imperiales de Marruecos, quizás sería oportuno que su monumentalidad
reflejada en la mezquita de la Kotoubia, cuyo minarete nos recuerda a la
Giralda de Sevilla, o en los jardines de La Menara, o en las Tumbas Saadíes, o
en el Palacio Bahía, o en la Medersa Ben Yusef fueran suficientes para convertirse
en mi 3ª razón. Sin embargo, el mayor tesoro que esconden estas tierras son sus
gentes. Se cumple aquello de que los más pobres suelen ser los más generosos.
No sólo te ofrecen la mayor de sus sonrisas, su amabilidad es absoluta, también
te ofrecen sus humildes casas, su comida, y esa forma de dar las gracias
llevándose la mano al corazón.
Marrakech al estar cerca de
la cordillera del Atlas disfruta de ser casi un oasis. De hecho llama la
atención la proliferación, básicamente en el Gueliz, la ciudad nueva, de parques,
jardines y avenidas ajardinadas. Uno de los jardines más afamados actualmente
pertenece a Yves Saint Laurent, se trata de los Jardines Majorelle. Pero mi 4ª
razón es disfrutar de un paseo al caer la tarde hasta los Jardines y Palacio de
la Menara. Se trata de un pequeño palacio situado al borde de un gigantesco
estanque rodeado de un huerto básicamente de olivos, no olvidemos que es
Marruecos, pero que los habitantes de Marrakech saben disfrutar en familia, en
pareja, en grupo de amigos.
Sin embargo, cuando no te conformas con hacer y ver aquello que las guías turísticas
te recomiendan, Marrakech puede ser un destino duro en el sentido de que te
enfrentará a tu conciencia. Pasear por el barrio judío de La Meláa pondrá delante
de tus ojos una pobreza extrema; visitar el barrio de las Tenerías te llevará a
cuestionarte el valor de algunas cosas; atravesar el Zoco de noche introduciéndote
en la Medina más remota te resucitará el miedo y la inseguridad que todos
llevamos dentro. Sin embargo, y esta es mi 5ª razón, los habitantes de estas zonas
más humildes agradecerán vuestra visita con una amplia sonrisa. Ellos también forman parte de esta ciudad imperial; en las Tenerías
os daréis cuenta de cuan dura es la vida al otro lado del charco; y en el Zoco sabréis
que una sombra desconocida es un guía improvisado que os guiará en la dirección
correcta. Os costará unos dírham pero llegareis a salvo.
Por último, en mi opinión, la mejor manera de conocer Marrakech es como viajero que no como turista. Por supuesto, las guías nos darán recomendaciones sobre que comer, que beber, como movernos por la ciudad, como regatear, sin embargo la mayor aventura de viajar es conocer y esto sólo es posible si tenemos curiosidad.
Emocionante relato de tu viaje,pero tengo un secreto, yo tambien tuve la oportunidad de disfrutar de sus colores, sus olores, sus gentes " lo mejor " y tambien aprendi la leccion de Humildad que nos dan a los llamados Europeos de hecho cuando vienen a Europa,anhelo de Libertad aprende todo lo malo
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